Mosaico de Paz

Por: Emiliana Malfatto

 Desde 2006, varias instituciones han desarrollado estrategias de conservación en el Parque Las Orquídeas, en Antioquia. Los campesinos han vuelto a creer en el campo.


Cuando uno llega a la vereda La Clara, lo primero que lo impacta es la intensidad del paisaje. Los colores absolutos, esmeralda e índigo. Y el horizonte, solamente limitado por el Páramo del Sol, que se esconde entre las nubes.

Este espectáculo es la recompensa para el viajero que llega desde Urrao, Antioquia, después de casi cinco horas de viaje, dos  de ellas  en mula. Y hoy llegaron muchos, provenientes de la zona montañosa llamada Cuenca Encarnación. Acudieron todos a un ritual, un encuentro campesino para intercambiar productos. Uno de las reuniones trimestrales que hacen parte del proyecto Mosaico de Encarnación, sobre conservación y producción sostenible.

Este campo, hoy, está invadido por decenas de personas. Treinta, tal vez cuarenta. Hombres y mujeres, ancianos y niños. Hablan y se ríen. El ambiente es relajado, ameno. Acá estamos entre amigos, estamos en confianza. La confianza, un milagro en esta zona asolada por el conflicto armado.

“Acá somos gente berraca”

La Cuenca Encarnación, que limita con el Parque Nacional Natural  Las Orquídeas, en la cordillera occidental del país, tiene una historia pesada de violencia. Placas recuerdan las masacres, y la gente lleva en los ojos la inseguridad de quienes han visto demasiadas muertes, pisado demasiada sangre, escuchado demasiados disparos.


Pero este día, en La Clara, el viajero que llega al encuentro puede observar un curioso fenómeno. En estos mismos ojos, la esperanza y la vida disputan contra el miedo y la desconfianza. Y les ganan. Lo dicen todos: “Acá somos gente berraca, luchamos por nuestra tierra”.


De las doce familias presentes este día, casi todas han sido desplazadas. Acá todos tienen historias para contar. Gloria, 53 años, recuerda los ocho meses que pasó desplazada en el monte con sus ocho hijos, cuando el menor tenía apenas un año. “Estábamos en el medio del monte, entre guerrilleros y paracos. Entre la espada y la pared”.



En todos los labios, historias parecidas. Como la de Osiel, con un disparo en la espalda y supuestamente muerto en una masacre paramilitar que acabó con todos los hombres de la población. “Sólo se salvaron cuatro”, recuerda su esposa, Didier de Jesús, que tampoco olvida ese día de abril de 1998 en que los sobrevivientes llevaron los cuerpos y a los heridos sobre bestias hasta La Encarnación. Osiel y Didier vivían entonces en la vereda El Maravillo, a dos horas en caballo de La Clara.

Vivir de nuevo

La gente de Cuenca Encarnación está unánime: con el proyecto, todo cambió. “Uno se anima a vivir de nuevo”, explica Osiel. “Sirve para no tirar la toalla. Uno no era nada y ahora se siente mucho”, añade Gloria.

Sin embargo, estos cuatro años no han sido fáciles. Lo recuerdan tanto los participantes como los organizadores. “Había muchísima desconfianza, la gente no creía en la posibilidad de montar un proyecto”, recuerda Héctor Velásquez, director del Parque Las Orquídeas; “a lo peor, pensaba que les íbamos a robar la tierra”. “Cuando supimos del proyecto, todos pensamos que nos venían a ilusionar, a engañar”, explica por su parte Gloria.

Pese a la desconfianza, el proyecto arrancó con reuniones mensuales de capacitación. Doce familias se vincularon a él y empezaron a capacitarse en varias áreas de producción sostenible. La capacitación duró un año y medio, al ritmo de una sesión cada mes.


Encarnación resucitada

Este día, en La Clara se habla de ganado. Muchas cosas que parecían imposibles han pasado en la Cuenca Encarnación desde hace cuatro años. Las mujeres han creado asociaciones comunitarias, las familias han vuelto a sus tierras. Al volver del encuentro, Héctor Velásquez piensa en voz alta: “Es increíble, antes había que rogarle a la gente para que participara en el proyecto, y ahora gente nueva viene a buscarnos. Cómo han cambiado las cosas”.

Cómo han cambiado las cosas. La tierra y la vida siguen siendo duras, pero hoy valen la pena. Y todos están decididos a seguir luchando por ellas. “Este proyecto hasta debilita el poder de la guerrilla”, concluye Gloria. “Es la prueba de que hay una manera pacífica de resolver los conflictos”.

Un plan para conservar y progresar


El programa “Mosaicos de Conservación” es desarrollado por el Fondo Patrimonio Natural y Parques Nacionales, con el apoyo del Banco Mundial. Este programa fue escogido por el Global Enviromental Facility GEF  como una de las 14 iniciativas más creativas en conservación en el mundo, durante la celebración del año internacional de la biodiversidad.

Los mosaicos se construyen sobre acuerdos sociales e institucionales que permiten la  conservación, generan beneficios para las comunidades y aportan al desarrollo local. El trabajo se realiza en 9 mosaicos con indígenas, afrodescendientes, raizales y campesinos, en los ecosistemas prioritarios de conservación, entre ellos el bosque andino y la selva amazónica.