La Macarena: de la guerra a la paz

Ordenamiento territorial es la clave

César Zárate ha pasado los últimos 13 años de su vida recorriendo de arriba abajo el territorio que él siempre llama, de manera oficial, el “Área de Manejo Especial de la Macarena”, un nombre que intenta abarcar cuatro parques nacionales naturales, varias zonas de preservación, otras más de recuperación y varias hectáreas dedicadas al desarrollo productivo.

Sobre el escritorio de una oficina en Teusaquillo (Bogotá), el jefe asignado por la Unidad de Parques Nacionales Naturales a este gran corredor biológico, que conecta la Cordillera Oriental con las grandes selvas amazónicas, despliega un mapa donde cada color representa el uso que se debe dar a 1’230.000 hectáreas.

“Después de la creación de la Reserva Forestal de la Amazonía, en 1959, esta es la zona más importante de conservación para el país, porque es la entrada a la primera”, explica Zárate, para luego lamentar que en las últimas décadas la guerra que se ha librado allí ha hecho que se olvide su gran riqueza biológica. También las sucesivas bonanzas: quina, caucho, tigrilladas, pesca en el río Guayabero, maderas finas, marihuana, ganadería y, recientemente, hidrocarburos y palma de aceite.

El objetivo de las autoridades, la cooperación internacional y las comunidades locales que han entendido la importancia de la Macarena como escudo del Amazonas, ha sido estabilizar la población de colonos y campesinos para evitar la presión sobre los recursos naturales. Gracias a aportes de diversas instituciones, en los últimos años ha sido posible relocalizar 64 familias que vivían dentro de los parques y otras 70 podrían mudarse en los próximos años.

“Son procesos de largo aliento. Estos campesinos pasan a ser aliados de Parques”, dice Zárate. Así, poco a poco, familia a familia, la Macarena va dejando atrás la guerra para convertirse en territorio de la paz.